60 millones de deuda, otra vez

En las próximas horas, el Levante UD se dispone a llevar a cabo un movimiento fundamental para su historia, una decisión clave que marcará su futuro, a corto, medio y largo plazo: la aprobación de la solicitud, a un fondo de inversión, de un préstamo de hasta 60 millones de euros.

Con esta inyección, la directiva del decano del fútbol valenciano pretende hacer frente a los 17 millones de euros del coste de la 1ª fase de la remodelación del Ciutat de València; los casi 16 que aún restan por pagar del concurso de acreedores en el que, que nadie lo olvide, seguimos inmersos 11 años después de la firma del convenio (13 a bancos, 2 al Ayuntamiento de Valencia, y alrededor de 0’8 de necesaria provisión de la parte no reclamada de la deuda concursal); la pérdida, como mínimo, como consecuencia de la pandemia, de entre 5 y 8 millones de euros de los ingresos de televisión inicialmente presupuestados; y el inicio, tanto de la 2ª fase de las obras del estadio, como de las de la deseada ciudad deportiva de Nazaret.

Este reendeudamiento situará al club en unos parámetros, en cuanto a la deuda propiamente dicha, similares a los del 28 de julio de 2009, día en el que la Junta de Acreedores aceptaba un convenio que paralizaba los embargos que abocaban al club a su desaparición y daba a la entidad 2 años de carencia en el inicio del pago de la deuda, que debía abonarse inicialmente en los 5 años posteriores, e incluía una quita del 50% sobre una parte la misma.

Así, de los 88.752.412 euros oficialmente reconocidos como deuda existente, esta quedó definitivamente cifrada, tras la quita legal, en 61,4 millones de euros (en concreto, en 61.398.599).

11 años después, la directiva dirigida por Quico Catalán, que se ha visto favorecida por una explosión sin precedentes de los derechos televisivos que ha llevado al Levante UD a ingresar más de 250 millones de euros solo por este concepto en el citado periodo, ha rebajado la deuda en, aproximadamente, 45 millones.

Ello, estando 9 de las últimas 10 temporadas en Primera División, lo que nos da una magnitud de lo difícil que es reducir deuda incluso manteniéndonos en la élite; y nos avisa, en definitiva, de lo que nos puede costar hacer frente, otra vez, a 60 millones de euros de deuda.

El movimiento, además, es especialmente arriesgado en un contexto de absoluta incertidumbre como en el que nos encontramos, con la segunda oleada de la pandemia en claro auge y el play off de ascenso a Primera -del que debe salir el 20º equipo de la próxima temporada- gravemente afectado por la crisis del Fuenlabrada.

¿Qué sucederá si la próxima Liga, cuyo inicio ya se había retrasado oficialmente 3 semanas mucho antes de este bloqueo en teórica fase de resolución, sufriera un nuevo aplazamiento como el de la temporada pasada?, ¿o si debiera retrasarse varios meses?, ¿o si, incluso, no pudiera finalmente llevarse a cabo?. ¿Cómo afrontaría el Levante entonces el pago de sus nuevas obligaciones sin los más de 50 millones de euros de ingresos previstos por derechos de televisión? Ni siquiera la venta de nuestros principales activos futbolísticos, en un mercado gravemente alterado por la COVID-19, parece garantizar una solución tranquilizadora al respecto.

Ante esta posible tesitura, cabe tener muy en cuenta además quién tendría el control real de la entidad en una eventual situación de impagos. Basta mirar al Valencia CF y el proceso de venta de su mayoría accionarial a Peter Lim para obtener la respuesta. Entonces, el papel de Bankia, su principal acreedor, fue definitivo.

¿Tenemos la necesidad real de meternos en una nueva deuda de 60 millones de euros que pueda poner el control real de la entidad, no ya en manos de unos administradores concursales, sino de un fondo de inversión? Si la respuesta es sí, como me temo, por falta de alternativas mejores, la responsabilidad de los actuales gestores es incuestionable.

Por muy impopular que sea decirlo ante la ilusión generada por el nuevo estadio, el Levante UD nunca debió iniciar las obras sin tener cerrada la financiación de las mismas. Quico siempre ha afirmado que el crecimiento estructural de la entidad nunca influiría en el ámbito deportivo, y ahora, está por ver si la realidad, como tantas veces ha sucedido con anterioridad, no acaba nuevamente contradiciendo sus palabras.

De repente, lo que iba a ser la petición de un crédito de 17 millones para una cuestión ajena a lo deportivo, se ha convertido por arte de magia en un regreso a la deuda del inicio del pago concursal. Lo venda como lo venda la maquinaria propagandística de la entidad, necesitar ahora, de repente, en medio de la mayor situación mundial de incertidumbre del siglo, 60 millones de euros, un tercio más de lo que el club ha sido capaz de reducir de deuda en 11 años, es un claro motivo de preocupación para cualquiera que no quiera practicar el tan extendido hábito de mirar para otro lado.

En cualquier caso, llegados a esta situación de necesidad, cabe buscar la mejor solución. Procede ser claro y transparente con las condiciones del préstamo (cantidad, tipos de interés, obligaciones, avales, posibles penalizaciones…), y si se aspira a que el apoyo de la Fundación a esta operación sea algo más que un brindis al sol, la letra pequeña del mismo debe ser puesta, como ciertamente parece dispuesto a hacer Quico, en manos de los patronos, quienes tenemos la responsabilidad, no lo olvidemos, de velar por los intereses y el futuro del Levante UD.

Procede nuevamente, a la hora de recordar la función de la Fundación, volver la vista al proceso que, durante el verano de 2014, acabó con la venta del Valencia CF a Peter Lim, sin que ni un solo patrono, ni siquiera los institucionales (Diputación, Generalitat, Ayuntamiento…), fuera capaz de que el empresario asiático se comprometiese por escrito a lo que públicamente se vendía: reemprender y finalizar las obras del Nuevo Mestalla. Al menos, el Ayuntamiento y la Diputación (no así la Generalitat) tuvieron la dignidad de postularse en contra en la votación definitiva para evitar un 19-0 que hoy sonrojaría, más aún si cabe, a quienes formaron parte de aquel sainete. Los patronos tenemos la responsabilidad de velar por el interés y el futuro del club, aunque ello suponga el riesgo de ser impopular en momentos de tensión.

Tanto que nos gusta mirarnos en el espejo valencianista para destacar las bondades de nuestro, por otro lado, incuestionable crecimiento, no estará en ningún caso de más que tomemos buena nota también de sus principales errores para evitar caer en círculos viciosos de ambición y huidas económicas hacia delante que, como hoy es bien notorio, SÍ tienen consecuencias.

Si la situación, en parte condicionada por un elemento distorsionador e inesperado como es la crisis del mundo del fútbol derivada de la pandemia, nos ha puesto en un momento difícil, es fundamental que salgamos de esto unidos y, sobre todo, con responsabilidad.

Si hacen falta 60 millones porque hemos querido correr más de la cuenta y nos ha pillado en el toro en el momento más inoportuno, vale, pero reconozcamos los errores y tengamos todos bien claro dónde nos metemos. Es momento de ser transparentes, verdaderamente humildes, y por encima de todo, responsables.

No estamos ante un momento baladí, por más que los focos (en buena parte, de manera intencionada), apunten en otras direcciones. Nos estamos jugando el futuro del Levante UD. Y dentro de unos años, nuestro papel, el de todos, en esta decisión, será juzgado. Cuando eso suceda, ojalá nuestra imagen (sí, la de todos), sea bien distinta a la de los protagonistas de una operación que no ha hecho más que aumentar la presión de la soga al cuello de nuestro eterno rival.

El ejemplo de lo que no se debe hacer lo tenemos bien cerca. No repitamos los mismos errores. Los ojos, bien abiertos, y los pasos, lo más lejos posible del barro.

 

Carlos Ayats,
Presidente del FROG-Asociación de Accionistas del Levante UD,
 y patrono y miembro de la Ejecutiva de la Fundación Levante UD Cent Anys