Si algo ha caracterizado al levantinismo, sin duda, desde su nacimiento hasta el día de hoy, es su incuestionable capacidad de supervivencia y de lucha ante la adversidad. La fusión de la posguerra (tan enriquecedora a largo plazo como contranatural en aquel momento), el riesgo evidente de caer a Regional a principios de los 70, el doble descenso de inicios de los 80, el concurso de acreedores en el que aún, hoy en día, seguimos inmersos…
Pocos clubes, si es que los hay, han sido más veces puestos a prueba en situaciones extremas que el Levante UD. Y siempre hemos sobrevivido… y salido más fuertes. El verdadero Orgull Granota es nuestra resiliencia. Contra todo y contra todos.
Por eso, el adormecimiento de nuestro espíritu combativo durante los últimos años carece de sentido. Los focos de la élite y la lluvia de millones provenientes de los derechos de televisión (tristemente desaprovechada para la profesionalización real del club en una década posiblemente irrepetible) han cegado nuestra esencia inconformista, y eso, no nos engañemos, va a costarnos muy caro. Mucho.
El club, reendeudado de una manera más que cuestionable, se asoma nuevamente a un posible descenso a Segunda que amenaza nuestra viabilidad futura. Con el adiós de Villarroel, hace algo más de una década, sólo se marchó él. Sus hasta entonces fieles acólitos -y muchas de sus formas (aunque, afortunadamente, no todas) – no sólo han permanecido en el club, sino que lo han hecho convertidos en dueños sin poner ni uno, fruto de una operación político-institucional fraguada en un contexto caciquil, intervencionista y enemigo acérrimo de cualquier atisbo de la siempre necesaria rendición de cuentas.
Eso está ahí, es nuestra realidad, y hay que asumirla.
Sin embargo, nuestra situación, al menos de momento, no es ni la del 71, ni la del 82, ni la de 2008. Tenemos problemas, económicos, deportivos y estructurales, cierto, pero a diferencia de entonces, nos queda margen de sobra para reaccionar.
Hoy, nuestro Levante UD está accionarialmente controlado por una Fundación creada como mero elemento transicional y que ha decidido perpetuarse en el poder disfrazando de protección del levantinismo lo que en realidad son intereses personales. Arrogarse dicha condición es tan ilegítimo como contrario a la voluntad con la que inicialmente fue creada una institución que debía redistribuir entre el levantinismo las acciones de Villarroel, no quedarse con la mayoría accionarial para controlar el club.
Dicho eso, hoy en día somos más de 8.000 accionistas. Más de 8.000 granotas que podemos unir nuestras fuerzas para tener voz y voto en las decisiones del club, para fiscalizar y pedir explicaciones de todas y cada una de las actuaciones relevantes del mismo.
No podemos seguir permitiendo que el amiguismo y la falta de profesionalidad campen a sus anchas en el club que amamos. Y acabar con ello es tan sencillo como recuperar nuestra esencia inconformista, el espíritu combativo que nos ha permitido tantas veces renacer de nuestras cenizas para volver a engrandecer un sentimiento con más de 112 años de historia.
Necesitamos que el levantinismo vuelva a estar vivo y activo.
Te necesitamos a ti.
De cara a la próxima Junta General, delega tus acciones en el FROG – Asociación de Accionistas del Levante UD.